Querida Marilyn:
Las letras rememoran el tiempo ya lejano, cuando tú me guiabas mientras escribía. Ha pasado demasiado tiempo rellenado con silencios, lejanía y amor oculto. Parece que ha pasado una vida que los dos hemos vivido, lejos uno del otro, apartados del mismo camino. Consciente o inconscientemente lo hemos hecho, y no hemos dudado en no volver a mirar atras como si dejáramos Lot, y en realidad hemos dejado otra vida.
La vida de una estrella y de una roca: de dos seres que estaban lejos pero cerca. La vida de un amor imposible, irreal, fantasioso, silencioso. Pero era un amor soñado, aunque los sueños sean siempre sueños.
La realidad es dura, y lo acepté; y un día tu luz se apagó en el momento que más brillaba, cuando pensaba que estaba más cerca de ti y, subido a una escalera, proyectaba alcanzarte. Me caí en las profundidades de un abismo oscuro y triste, donde la luz del cielo no llegaba. Allí conocí otras historias y otro mundo. También había una luz mortecina, apagada e intermitente que se diluía en las cuevas yendo y viniendo. Me recordaba a ti, pero no eras tú aunque yo lo pensara e incluso deseara que lo fueras, por miedo a no poder olvidarte y que tu profunda huella siguiera estando en mi corazón.
Mucho tiempo pasó, y pocas noticias recibí de ti. Los mensajeros hablaban de lejanas estrellas que habitaban mundos maravillosos acompañados de galantes príncipes. Te reconoci en algunas de las descripciones de gran belleza que me relataban, de tales magnitudes que solamente tu podías ser. Me emplacé a alegrarme de tu dicha, a pesar de mi tristeza; y a cambio solamente obtuve celos para ti y más desdicha para mi.
Te olvidé, o eso intenté: me parecía que el abismo era bonito a su manera, y que las luces tenían un imán en su intermitencia. Supuse que todo era igual en un mundo más arriba o más abajo, que me merecía ser feliz.
Me tendrás que perdonar ese egoísmo: crei que si tú habías encontrado la felicidad (y los mensajeros no dudaban en relatarla), yo necesitaba también conocerla, abrigarla en mi regazo y disfrutarla en mi corazón. Vano intento el mío, porque quizás nunca conoceré una felicidad igual a la que he vivido contigo.
Y ahora, desgraciadamente, he tenido noticias de que has perdido la luz que te guiaba, y se hablaba de una princesa triste que no dejaba de llorar, de un alma perdida en un lejano bosque y herida en profundidad. Es hora de que abandone mi abismo y vuelva a la antigua morada, que nunca ha dejado de ser mi casa, pero de la que un día me fui.
La roca vuelve a buscar a la estrella, ahora un tanto apagada y que necesita un hombro donde llorar, unos ojos a los que mirar y unos oídos que le escuchen.
Te he echado de menos y el sentimiento, ése lugar en mi corazón, no se ha perdido.
Te sigo queriendo mucho, y un sentimiento muy agradable recorre mi cuerpo cuando pienso que pronto nos veremos